miércoles, 14 de marzo de 2012

Indiferencia dantesca

Veo con mucho interés y cierta curiosidad un patrón que se repite constantemente en el comportamiento del ser humano, y que puede ser extremadamente peligroso para el desarrollo de nuestra sociedad hacia futuro.
Cada vez más veo que a cada quebranto de la ley, a cada acción fuera de un orden ético, le sigue una serie de "cómplices inconscientes".
El mundo globalizado y las nuevas tecnologías nos han permitido llegar, de maneras inimaginables hace apenas unos veinte años, a cualquier tipo de información dentro de nuestra localidad, trabajo, país, comunidad, etc. Tenemos a mano cualquier cosa. Imagínense solamente que podríamos leer ahora a través de Wikileaks acerca del mundo, o lo que sabían los personaje que Wikileaks ha resaltado, o los personajes que están en el entorno de los primeros...
La verdad es que no podemos decir que: no lo sabía, no lo había oído, etc, esto nos hace parte de una gran esfera de comunicación, de eventos, de hechos, de decisiones, del que no debemos apartarnos.

Esta situación complica nuestras relaciones y nos está colocando en extremos o llevándonos a confrontaciones. La exposición real sobre muchos temas pone dos o más bandos en situación permanente de confrontación. La condición de ser humano de formar grupos en el que sienta afinidad no nos deja pensar como individuos aunque la verdad nos esté dando en la frente y rompiendo nuestras narices. Esto puede llevarnos a lo que yo consideraría la primera versión de "cómplice inconsciente": seres de manadas (algunos autores lo llaman "pensamiento grupal" y por muchos así es conocido).
Solo piensen cuántas personas siguieron a Hitler durante la segunda guerra mundial, aún cuando visto ahora sus argumentos son totalmente ilógicos y fuera de sentido. Piensen también cuántas personas seguían -y siguen- un modelo financiero totalmente truculento y sin control que nos llevó a una de las peores crisis económicas desde los años 30. Piensen también cuántas luchas por diferencias raciales y religiosas existen todavía, aún cuando tenemos una declaración de derechos humanos -peleamos más entre nosotros por religión que por agua o comida.

Una segunda versión de "cómplice inconsciente" es aquel que no le importa lo que pasa: "si nadie se mete conmigo, no tengo problema". De este tema ya hemos hablado bastante en este blog.
La no denuncia de aquellas acciones fuera de un orden de respeto, tarde o temprano repercutirán en nuestras vidas. (Vean una de las caricaturas de Quino que se ha colocado en este mismo blog o la cita que aparece en el encabezado).
Voy a colocarles un ejemplo totalmente prgmático. Una cita de la Segunda Guerra Mundial que se haría famosa y que denunciaría para siempre esa actitud indiferente a nuestro entorno:

Cuando los nazis vinieron a por los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Martin Niemoeller, 1939.


Enfrentamos entonces un tiempo en que "todos para uno y uno para sí mismo". La denuncia, la no complicidad, el involucramiento, actitud crítica son necesarias.
No voltees para no ver, no cierres los ojos para no darte cuenta, no digas que no entiendes para no involucrarte.


Ya Dante lo decía en su paseo hacia el infierno (Canto III. Indiferentes. Conversa con el poeta romano Virgilio)

Llantos, suspiros y ayes escuché
  resonando en el aire sin estrellas
  y por eso a llorar allí empecé.
Distintas lenguas, hórridas querellas,
  palabras de dolor, de airado acento,
  voces altas y roncas y , con ellas,
un manotear, formaban un violento
  tumulto, en aquel céfiro manchado
  como de arena que levanta el viento.
Yo, que de horror sentíame embargado,
  dije: < Maestro, ¿cuál es ese ruido?
  ¿Qué gente, qué dolor la ha golpeado? >
Y él a mí: < De las almas que han vivido
  de modo que ni el bien ni el mal hicieron
  brota este triste y mísero alarido.
Con la compaña, aquí, se confudieron
  de ángeles ni rebeldes ni leales
  a Dios: que de sí mismos sólo fueron.
Ciérranseles las puertas celestiales
  y el infierno, pues gloria habrían dado,
  aunque poca, a las almas criminales >.
Y yo: < Maestro, ¿qué les ha causado
  tan gran dolor y llanto así de fuerte? >
  Respondió: < Lo diré en breve dictado:
no tienen la esperanza de su muerte
  y esa vida tan ciega y tan rastrera
  envidiosos los torna de otra suerte.
Su fama el mundo ya no considera;
  la piedad, la justicia, los desdeña;
  no hablemos, mira y sigue tu carrera >.

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