sábado, 5 de enero de 2019

Grotescos pero no tan cuentos (Los primos)

Los vaivenes no habían dado un balance muy positivo a su vida. Mantenía siempre un timidez muy impropia de aquellos que vivíamos arropados y perseguidos dentro de nuestras pobres rutinas.
Siempre sonriente, siempre reservado, ya contaba con una hermana muerta por mala asistencia médica -ésto fue apenas lo conocimos- y con otro hermano raptado por error que sí había sobrevivido. No mencionaremos otros familiares no directos a los que la penumbra llegó. Esa penumbra que crees no te tocará pero tarde o temprano te consigue.
Había osado enfrentar todos los obstáculos y "entretenerse". Lo hacía con frecuencia. Algunos mirábamos con estupefacción sus imprudencias que llevaban algo de ignorancia, rebeldía e inocencia.
Ya había pasado por "experiencia cercana del primer tipo". Representantes de la ley habían intentado robarle y desaparecerle. Contó con suerte, y añadió astucia encontrado ayuda y testigos que evitaron que lo montaran en una patrulla. Logró resguardar su vida y sus objetos, aquella tarde tanto sus protectores como testigos lograron una victoria, pequeña, pero que en aquel contexto suponía un aliento de coraje.
La otra "experiencia" lo pondría al límite. Visto los hechos, resultaba lógico que algo así pasara más temprano que tarde, pero siempre resuelto a sacudirse la opresión y crisis que nos rodeaba.
Un fin de semana se iba a casa de los primos. Una de esas chabolas recontrareformadas a la que accedieron estos familiares y se ubicaba en una antigua carretera que conectaba la ciudad con el litoral. Esta carretera rodeada de humildes casas ya no era de frecuente tránsito por la construcción de una nueva que reducía el tiempo de viaje.
El lugar puede describirse con un laberinto de calles, codos, escaleras, caminos, que van y vienen. Todo construido sin orden o proyección. Al margen. Fuera de vista. Allá donde no hay ley. Allá donde nadie se entera.
Un poco más allá de la medianoche -cuando se "pone buena la cosa"- era necesario buscar más alcohol. No podían quedarse sin el combustible que permite a cualquiera festejar cuando ya las fuerzas te abandonan.
El único lugar era una bodega que permanecía estoicamente en labores hasta esas horas, pero a la que había que llegar luego de unos cinco minutos de camino.
Todos saben lo que cinco minutos de "apié" representan en la ciudad oscura, en su esquina más oscura.
Habían llegado, eran tres. En el local se encontraban otros dos aventurados pero circulaban en moto. Estando los cinco más el bodeguero en sus transacciones fueron sorprendidos por un auto que llegó al local y del que salieron tres individuos armados listos para llevarse todo lo que pudieran.
La colaboración de los primos y del bodeguero era total, sin embargo, los dos hombres en moto -también armados- no estaban tan dispuestos.
En un segundo plomo, balas, metralla estallaron. No había lugar seguro sólo salir.
Los primos logran salir pero solamente el protagonista logra escapar. Uno de los hombres en moto también pudo escapar herido y en la moto. El balance -tal como las crónicas de la ciudad oscura lo relataban el día después- era cuatro personas muertas.
Nuestro desventurado amigo logra saltar encima de otra chabola.
La familia que vivía en ella asustada huye.
Él les explica.
Entienden.
Lo ayudan.
Pocos minutos después aparecen los hombres del auto. Buscan a los testigos vivos. Tocan en todas las casas, registran, pero no lo encuentran.
Con suerte logra pasar la noche y salir del sitio.
Su vivienda no es, gracias a Dios, cerca del lugar del terrible evento.
Con la luz, "detrás de la madrugada" y fuera de la vista de quien "busca su sombra" logra recuperar los cuerpos, informar a familiares. Era menester recoger dinero para las exequias.
No terminaba la tragedia. La ciudad oscura no te permite relajarte. Te quita y te presiona, como depredador sigue mordiendo. Al inicio de la semana cuenta a sus compañeros de trabajo lo que todavía lo tenía pálido. Uno de éstos lo contraría mostrándole lo que el diario reportaba: estaba siendo acusado del robo y de los asesinatos. En una vuelta macabra ahora era buscado y acusado del asesinato un policía (uno de los hombres en moto) y de herir a otros dos (dos de los que llegaron en el auto). Sus primos muertos contaban como "delincuentes abatidos".
Ahora comprendía: tanto los hombres en moto como los que llegaron en auto eran policías vestidos de paisano. Los dos primeros trataron de evitar el robo.
¡No podía ser!
¡Qué desventura!
¡Ni en el más sórdido guión!
¿Qué debía hacer?
A través de anónimos lograron contactar al diario. Era necesario desmentir lo sucedido pero la respuesta fue:
- Lo sentimos, pero hacemos reporte de la fuente oficial/policial que se encontraba en el lugar.
Ahora nuestro desventurado debía vivir en más penumbra en la ciudad ya oscura.

El reportero del diario que recibió la "otra" versión se interesó en la historia (un giro fortuito) y se puso en contacto con autoridades policiales para contrastar versiones con los tres policías "héroes" que habían impedido el robo.
Dos de los tres estaban fuera del alcance, el tercero sólo se remitió a repetir con errores la versión original.
Los nombres de los tres se filtraron y comenzaron a desvelarse a través de redes sociales a qué en realidad se dedicaban. Torpemente habían hecho publico para el mundo entero sus tropelías y trofeos y luego apareció el hombre herido en moto desmintiendo al trío macabro.
Comienzan a enderezarse los caminos. El alivio sube con las pulsaciones. La penumbra de días escondido se aleja.
Pero cuándo volverá. Cuándo se presentará otra desventura.