domingo, 7 de septiembre de 2014

El Evangelio como me fue revelado - María Valtorta

"...Jesús se queda solo y ora durante mucho tiempo. Aparte de dos parejas de palomas que van y vienen desde los nidos, y un trinar de gorriones, no hay ruido o ser vivo alrededor de Jesús orante. Las horas pasan calmas y serenas. Después Jesús se levanta, da alguna vuelta por la terraza, mira al lago, mira y sonríe a unos niños que juegan en la calle y que le sonríen, mira a la calle, hacia la placita que está a unos cien metros de la casa. Luego baja. Se asoma a la cocina: - Mujer, voy a pasear por la orilla. Sale y, efectivamente, va a la orilla, con los niños. Les pregunta: -¿Qué hacéis? - Queríamos jugar a la guerra. Pero él no quiere y entonces se juega a la pesca. El "él" que no quiere es un niño — ya un hombrecito — de constitución menuda, pero de rostro luminosísimo. Quizás sabe que, siendo grácil como es, se llevaría palos de los demás haciendo "la guerra" y por ello sostiene la paz. Pero Jesús aprovecha la ocasión para hablarles a esos niños: - Él tiene razón. La guerra es pena impuesta por Dios para castigo de los hombres, y signo de que el hombre ha venido a menos en su condición de verdadero hijo de Dios. Cuando el Altísimo creó el mundo, hizo todas las cosas: el Sol, el mar, las estrellas, los ríos, las plantas, los animales, pero no hizo los armas. Creó al hombre y le dio ojos para que tuviera miradas de amor, bocas para pronunciar palabras de amor, oído para oírlas, manos para socorrer y acariciar, pies para correr con rapidez hacia el hermano necesitado, y corazón capaz de amar. Dio al hombre inteligencia, palabra, afectos, gustos. Pero no le dio el odio. ¿Por qué? Porque el hombre, criatura de Dios, debía ser amor, como Amor es Dios. Si el hombre hubiera permanecido como tal criatura, habría permanecido en el amor, y la familia humana no habría conocido guerra ni muerte. - Pero él no quiere hacer la guerra porque pierde siempre» (efectivamente, yo había adivinado). Jesús sonríe y dice: - No se debe no querer lo que a nosotros nos lesiona porque nos lesione. Se debe no querer una cosa cuando lesiona a todos. Si uno dice: "No quiero esto porque me produce una pérdida", es egoísta. Sin embargo, el buen hijo de Dios dice: "Hermanos, yo sé que vencería, pero os digo: no hagamos esto porque significaría un daño para vosotros". ¡Cómo ha comprendido éste el precepto principal! ¿Quién me lo sabe decir?. En coro, las once bocas dicen: - Amarás a tu Dios con todo tu ser y a tu prójimo como a tí mismo". -¡Sois unos niños excelentes! ¿Vais todos al colegio? - Sí. -¿Quién es el más listo? - Él (es el niño grácil que no quiere jugar a la guerra). -¿Cómo te llamas? - Joel. -¡Gran nombre! Joel habla así: "... el débil diga: "¡Soy fuerte!". Pero ¿fuerte en qué? En la ley del Dios verdadero, para estar entre los que Él en el valle de la Decisión juzgará como santos suyos. Mas el juicio está próximo; no en el valle de la Decisión, sino en el monte de la Redención. Allí, entre Sol y Luna oscurecidos de horror, y estrellas temblando llanto de piedad, serán discernidos los hijos de la Luz de los hijos de las Tinieblas. Y todo Israel sabrá que su Dios ha venido. Dichosos los que lo hayan reconocido: recibirán en su corazón miel, leche y aguas claras y las espinas se les transformarán en eternas rosas. ¿Quién de vosotros quiere estar entre aquéllos a los que Dios juzgue santos?. -¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!. -¿Amaréis entonces al Mesías? -¡Sí! ¡Sí! ¡A ti! ¡A ti! ¡Te amamos a ti! ¡Sabemos quién eres! Lo han dicho Simón y Santiago y también nuestras madres. ¡Llévanos contigo!. - En verdad os tomaré conmigo si sois buenos. Nunca más, palabras feas; nunca más, abusos; nunca más, riñas; nunca más, malas respuestas a los padres. Oración, estudio, trabajo, obediencia; y Yo os amaré y os acompañaré en vuestro camino. Los niños están todos en círculo alrededor de Jesús. Parece una corola policroma ceñida en torno a un largo pistilo azul oscuro..."